Para movernos, para hablar, para pensar, para soñar. El motor de nuestros cuerpos es el cerebro. Es el órgano que tiene el comando de aprendizajes, de los cinco sentidos y también del comportamiento.

Es curioso entonces, que al hablar de los beneficios de la alimentación saludable, usualmente no se relacione que esto también tiene lazos muy arraigados al cuidado cerebral. Por eso no son pocos quienes tampoco suelen notar que lo comemos también tiene conexión directa con este órgano.

“El cerebro es un elemento más del cuerpo humano y necesita una alimentación sana desde el comienzo de nuestra vida”, explicó al respecto el psiquiatra Luis Escolano, y al respecto comentó que “durante el primer año de vida, un niño duplica el diámetro de su cabeza”.

“Imaginen lo que implica el crecimiento cerebral. Por eso hace falta entonces consumir todas las vitaminas y minerales necesarias para un buen desarrollo, al lado de todos los componentes de una dieta que se reducen en hidratos de carbono, proteínas y grasas, al lado de muchas frutas y verduras”, comentó.

Somos lo que comemos

“El cerebro representa sólo el 2% de nuestro peso: sin embargo, necesita alrededor del 20% de la energía que ingerimos. Si nosotros ‘somos lo que comemos’ es importante cuidar lo que nos llevamos a la boca, desarrolló al respecto la nutricionista Liliana Domínguez.

En ese sentido, la profesional indicó que “la principal energía que necesita el cerebro para funcionar es la glucosa que proviene de comer alimentos ricos en carbohidratos, como cereales, legumbres, frutas y vegetales, así como productos lácteos”.

“Pero, además, necesita otros nutrientes esenciales: vitaminas, minerales, ácidos grasos esenciales (provenientes de semillas, palta, aceite oliva/coco), proteínas de origen animal (huevos, lácteos, carnes magras)”, agregó.

El motivo de tener esta dieta rica en variedad, tiene detrás un punto clave que menciona la profesional de la salud: “Un exceso o un déficit del nutriente necesario pueden afectar al sistema nervioso”.

Equilibrio

No son menores los problemas que puede acarrear no cuidar los alimentos que ingerimos, por lo que sobre ello, Domínguez menciónó: “Una alimentación desequilibrada puede producir carencias específicas que se manifiestan mediante síntomas o sensaciones como apatía, desgano, irritabilidad, nerviosismo, cansancio, falta de atención, fallos de memoria, de concentración e incluso, depresión”.

“Nuestro cerebro, como cualquier parte de nuestro cuerpo, necesita alimentarse”, afirmó la nutricionista para luego remarcar que “comer bien significa pensar bien”.

“Está demostrado que comer algunos alimentos mejora la salud cerebral en general, mientras que otros alimentos pueden ayudar a prevenir o al menos retrasar los efectos de las enfermedades cerebrales”.

¿Cuáles son estos alimentos? “Los tomates. Ya que contienen licopeno, que ayuda a combatir el daño celular que producen enfermedades como el Alzheimer. El pescado. Esto tiene una fuente importantisima de ácidos grasos omega 3 (que ayudan a mantener un sistema nervioso sano) y yodo (que mejora la claridad mental)”.

De producción local en nuestra tierra, se ha demostrado que los arándanos mejoran la memoria a corto plazo. Por otra parte, las semillas de calabaza contienen zinc, que mejora la memoria y las habilidades de razonamiento.

“El brócoli proporciona vitamina K, lo que mejora la función cognitiva. En tanto, que los frutos secos son una gran fuente de vitamina E, que mejora la memoria. Y la cúrcuma utilizada, en batidos o como condimentos, previene el envejecimiento celular y optimiza el aprendizaje y la atención”, enumeró la nutricionista.

Qué dice la neurología

Sí. Existe una relación entre los alimentos y el cerebro y aunque el tema es mucho más complejo, la neuróloga infantil Constanza Pasteris, detalló algunos datos a conocer.

“Hace muchos años se empezó a prestar más atención en la relación entre el cerebro y el aparato digestivo, y a fines de la década de 1970 se empezó a acuñar por primera vez el término eje intestino-cerebro, basándose en que el cerebro sería esencial para el control de la función intestinal”, mencionó la doctora.

La especialista, también mencionó que “se debe tener en cuenta esta interrelación entre la alimentación adecuada y el cerebro, pero no solamente desde la niñez, sino incluso desde el periodo concepcional”.

“Es importante la alimentación y la adecuada nutrición de las mujeres durante el embarazo y luego la alimentación del menor en sus diferentes etapas”, aseveró la médica quien también dejó ejemplos claros de sus menciones.

“Podemos mencionar la suplementación que se utiliza en las mujeres con ácido fólico, ya que se ha visto que el déficit del mismo durante la gestación está relacionado con defectos del cierre del tubo neural, o enfermedades como el mielomeningocele, el encefalocelina, la encefalia”, contó.

“Otro ejemplo es la suplementación de los niños con hierro durante el primer año de vida, lo cual también va de la mano de un adecuado desarrollo sistema nervioso”, continuó.

Por último, Pasteris refirió que en estos últimos años se ha visto un gran crecimiento en publicaciones científicas que hablan de lo que constituye la microbiota intestinal. “Son un conjunto de microorganismos que se encuentran en el intestino y tienen una composición que hace que se mantengan en un determinado equilibrio”. “Se ha investigado precisamente cómo cambios en esa composición podrían afectar de manera directa a producir trastornos digestivos y extradigestivos, como por ejemplo, trastornos en el sistema nervioso central”, manifestó la neuróloga. (Producción periodística: Ariane Armas)